sábado, mayo 09, 2020

La Rutina


En el interesante amanecer obscuro se encontraba en su habitación cuasi iluminada por el brillo del televisor encendido, la estática brillaba inmersa en puntos negros y blancos combatiendo por una batalla sin sentido, así eran sus sentimientos, alucinaciones casi perfectas de un sub-consiente colectivo que se había grabado en el suyo, no distinguía la realidad nadie lo hace, la realidad era para él lo que nunca sería para nadie más.
Al abandonar la seguridad de su cama se sentía vulnerable  a los embates de felicidad que surgían a su alrededor, la música triste lo alojaba ahí buscaba refugio, pensaba para sí si leer lo regresaría al estado melancólico del que acababa de salir, lo hizo, una novela, de las muchas que habían creado escenarios fantásticos en su imaginación, siempre sombríos pero magníficos, surreales e increíbles.
Aún sin correr las cortinas podía mantenerse concentrado en su lectura con su fondo musical por varias horas, esperando nuevamente a su cómplice la obscuridad, alienando el curso natural del día. Era sólo un transitar de un estado mental a otro.
En la noche y habiendo transcurrido el largo camino de aburrición, ya estaba en su elemento, era el momento de decidir: dormir y seguir imaginando o salir a buscar alucinaciones vividas inducidas por alcohol o drogas, tomó la segunda opción.
Caminando por la calle húmeda, llenando sus pulmones por el humo apestoso de la cannabis y tomando pequeños tragos del whiskey barato dentro de una botella de tamaño personal, con el tamaño suficiente para acompañarlo hasta el bar sin llegar a la embriaguez.
Una vez en la barra encendió un cigarrillo, sin filtro, barato, delicioso, ordenó lo de siempre, ya era un común del recinto, entre los parroquianos se contaban historias acerca de él, un joven que había notoriamente envejecido mucho más rápido de lo normal, su cabello cano y su barba descuidada eran evidencia de una vida penosa, las arrugas en sus ojos mostraban su sufrimiento y sus ojeras marcadas denotaban su errática manera de dormir, por minutos, por horas, por días.    
Después de haber bebido diez whiskeys secos con una cerveza como chaser sentía la necesidad de comer algo. Una vez pagada la cuenta y habiendo pasado algunas horas en la barra de aquel bar sin haber intercambiado más que las palabras necesarias, se levantaba sin inmutarse de lo que sucedía a su alrededor y caminaba hacia la salida en un pequeño tambaleo, tomaba la puerta de la que solía asirse para poder dar el último paso al salir, respiraba profundo y marcaba su caminar en dirección de la taquería del fondo del callejón.  
Una vez saciado y consiguiendo estar en su punto para continuar con su ya entrañable rutina encendía nuevamente el carrufo de mota y fumaba incesante de regreso a casa, sus dedos callosos le permitían exprimir hasta la última bocanada sin sentir el calor de la yerba quemándose
Quemándolo.
Era común verlo rondar taciturno le gustaba y no encontraba la razón para dejar de serlo, la tristeza lo embriagaba casi como sus recurrentes juergas, dentro del dolor físico se regocijaba de placer mental, reflexiones auto infligidas  por su estado de decadencia.  


Otra vez amanecía, y la pregunta que se repetía todos los días durante el casi último año ¿por qué sigo despertando? Hoy no era un día nublado y eso le causaba mayor malestar, la televisión otra vez encendida, sin mostrar ningún contenido, solo estática.

Tus labios



Veo tus labios y no puedo imaginar otra cosa que besarte,
que escuchar tu alma a través de tu boca
que sentir el calor de tu espíritu en tu aliento
Y pienso en besarte
En perderme en la pasión contigo, en que tus dulces, carnosos y húmedos labios me lleven fuera de este muladar que es la vida sin ti.